Humo de hualle / Notas de San Fabián de Alico

Jorge Muzam

 San Fabián de Alico huele a humo de hualle, a podredumbre invernal de flores de camelia. Llovió durante la noche, gotas sutiles que cayeron como rumor de velorio sobre un techo oxidado. Quedan bancos de nubes a media altura. Nieve en las cumbres. Humedad en los huesos. Los días se suman. Los recuerdos se prueban pieles de zorro, sombreros operáticos. Las casas parecen museos liliputienses. Lo viejo convive con lo que se paga en cuotas. Las teteras estropeadas ostentan patillas de jacinto, scheffleras enanas. Las herraduras en las paredes simulan la posibilidad de una fortuna habitualmente esquiva. Las viejas mantas sobre los escaños siguen teniendo la impronta de caballos extintos, mechones de chivo, paja de trilla, lodo de montaña, sudor de tráfago otoñal. Nadie osaría lavarlas, eximirlas de sensaciones. Allí quedarán como testimonio arqueológico, como telar chinchorro de una época añorada. En el camino también nos esfumaremos dejando apenas cuadernos borroneados, letras paleográficas, discos duros espolvoreados de olvido. Remonta el sol. Los manchones amarillos del aromo adquieren la prestancia de Emil Nolde. Esperamos ganar lo suficiente para sobrevivir. Atizaremos un par de leños para que aguanten la jornada. En la tarde hornearemos pan de ajo, visitaremos El profeta mudo de Joseph Roth, terminaremos Wakefield en una señal pirata. Todo parece ideal al amparo humeante de un café de higo. 


Imagen: Cocina de humo en sector Roble Huacho / Archivo Sanfabistán

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