No hay mal que dure mil años / Memoria chileno-argentina


Lorena Romina Ledesma

A veces conversamos sobre Argentina. Escuchan con curiosidad mis análisis. Son pocos los argentinos pobres que llegan por acá. De este lado están acostumbrados al argentino rubio de acento canchero que a todo dice dame dos, que viene loco a comprar un LED curve de 52 pulgadas o que vende a la madre por un IPad. Sería el argentino que no sabe de fútbol sino de rugby y que seguro defiende a Macri. Y acá estoy yo con mi piel oscura, mi acento de ningún lado y mis experiencias en colectivo del conurbano. Y lo más raro... con mi corazón volcado al llamado populismo, con la nostalgia del obrero que lucha por un sueldo justo, con el orgullo de unas tías docentes de escuela pública y de valores en peligro de extinción, con mi madre ama de casa que aplicó toda su sabiduría natural para hacernos crecer sanos y fuertes. La Argentina que puedo presentar acá está agonizando, está perdida y falta de esperanzas. Los que me escuchan se asombran y se lamentan. Sí, es mito que todos los chilenos nos odian. Eso es cosa del fútbol y de políticos inescrupulosos que fomentan el odio intercultural. En un suspiro de esperanza coincidimos en que no hay mal que dure mil años y Argentina resistirá.


Fotografía: perro cuyano sanfabianino. Lorena Ledesma.

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