Lorena Ledesma
Al fin. Sol primaveral. Humedad veraniega. Se parece a la primera vez que llegué a San Fabián tras cuarenta horas de viaje. Parecía un paraíso de calles tranquilas y rosas silvestres, tan verde como la pradera donde corría Heidi en los Alpes Suizos. Como soy de la llanura más extrema, no pude dejar de conmoverme con la sinuosidad de este valle. Entonces me enamoré de cada aroma y color, de la voz de su gente y los aullidos del puelche. No sabía si volvería y hoy no sé si algún día me iré, porque si hay una constante en mí es que siempre me siento de paso y ando con la maleta ligera y la insolvencia a cuestas. Pero que estuve en San Fabián, nunca más me olvidaré.
Foto: Archivo Sanfabistán.
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