Esas largas tardes de noviembre / Notas de San Fabián de Alico



Jorge Muzam

Es el lugar donde vamos a tomar mate en las largas tardes de noviembre. Nos vamos caminando lentamente pues no queda tan lejos de nuestra casa y caminar en San Fabián de Alico es un lujo en sí mismo. Cien metros antes de llegar a la virgen enfilamos al sur por el camino que conduce al puente. A nuestra espalda el Malalcura y el Valiente parecen irse agrandando y los motores de la N-31 empiezan a desgastarse en la lejanía.

Al costado oriente, la vieja avenida que conduce al cementerio, cada vez con menos árboles, y al poniente, potreros con abundantes acequias y caballos alazanes con las patas sumergidas degustando el hierbajo precordillerano.

Al llegar al río desenvainamos mate y galletones de avena. Si es día de semana, suele controlar la entrada un tucúquere curioso. Le pedimos permiso y lo saludamos como se saluda a un gran señor del bosque y él pestañea en señal de anuencia.

Y allí nos quedamos hasta que oscurece, sentados en enormes piedras con petroglifos cenozoicos, pasándonos el mate al son del chapoteo de los patos salvajes. No faltan los pequeños peces que saltan a ver cómo va la cosa. Quisiéramos contarles que somos privilegiados, pues en el resto del mundo la cosa se está poniendo color de hormiga, pero optamos por no fomentar alarmas que no vienen a cuento, mientras la corriente esmeraldina limpia el espíritu y nos prepara para dialogar con nuestros antepasados.

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