Don Julio Martínez: la sabiduría ancestral de un sanfabianino


Jorge Muzam

Luego de visitar a la señora Teresa Martínez aquella tarde del 2 de abril, fuimos a saludar a su hermano, don Julio Martínez, que vive justo al lado. Nos recibió en su cocina. Aún no culminaba su jornada de labores campesinas, pero igual accedió muy amablemente a contarnos algo de su vida y de su sector Las Guardias.

Su cocina es como las cocinas que existen en la mayoría de las casas antiguas de San Fabián de Alico. Un fogón al centro. Tetera ahumada. Cebollas colgadas. Callana en un rincón. Ceniza abundante para las tortillas. Tarros descoloridos donde se guardan cereales, café de trigo, harina tostada y especias. Paila saltada y huevos ofrendados por gallinas libres. Asientos firmes que resisten las décadas. Y el infaltable mate.

Escucharlo hablar es como escuchar el latido profundo del territorio, el pathos de una comuna con tanta historia nunca escrita, solo narrada, de padres a hijos, de abuelos a nietos, de vecino a vecino, hasta que las personas olvidan o desaparecen junto con esas historias.

Don Julio tiene 86 años y ha vivido desde que tiene memoria en el sector Las Guardias. Locuaz y provisto de una enternecedora vivacidad en la mirada, va rememorando sus años como comerciante en los polvorientos caminos de la cordillera. Canasto al hombro, iba y venía supliendo las necesidades de numerosos vecinos aislados.

Además de falte, ha cultivado muchos otros oficios. Se ha dedicado a la crianza y compraventa de animales, ha hecho carbón, huertos, sobado cueros, cazado conejos. De esto último da cuenta un ordenado atadito de guaches junto a la puerta de su cocina.

Le gusta contar anécdotas. Son más de ocho décadas de almacenar en la memoria las jocosas, tristes y hasta fabulosas historias del territorio. Entremedio inserta notas tangenciales, como la forma ideal de hacer carbón de maqui o de hualle. Las precauciones que hay que tener para no aspirar el tufo de la pelcha. Cómo atizar el fuego de la cocina para que no se apague ni se consuma tan rápido. Cómo dejar un asado a punto, o cómo ubicar un entierro y evitar que se corra. También nos cuenta sobre el largo trabajo de sobar un cuero. Habla de meteorología. Nos dice que lloverá antes del siguiente martes (lo que efectivamente sucedió) Lo sabe porque las estrellas están difusas y alargadas.

Nos cuenta que cuando falleció su madre en Los Puquios, tuvo que venir corriendo sin parar desde Piedra Redonda, y que en su esfuerzo llegaba a "cansar los perros". En voz más baja nos cuenta que en Las Guardias y la Mortandad hay tesoros de indios y españoles, y que hubo sanfabianinos que lograron desenterrar tesoros, pero que no supieron aprovechar la fortuna, sufriendo consecutivas calamidades. Dice saber dónde puede haber más tesoros, pero que no se anima a desenterrarlos, pues se ven cosas terribles y hay que ser muy valiente.

Se explaya largamente sobre el carbunclo (especie de animal mitológico que cuida las riquezas minerales) y en particular de uno que estuvo muy cerca de atrapar. Asegura que tenía forma de águila, ojos luminosos y que se alimentaba de oropel.

Don Julio transmite una imagen de sabiduría, de profunda dignidad campesina. De un orden ajustado a como deben ser las cosas en este pasadizo fronterizo de la cordillera del Ñuble. Sus enormes cebollas recién cosechadas relucen colgadas a lo largo de la cocina. Su chupalla, descansando sobre su manta, ha adoptado la forma de su carácter. Templanza, responsabilidad, paciencia, que el sol no se apague ni queme demasiado.

Don Julio parece incansable. El tono entusiasta de su voz, los proyectos que en su mente acaparan años, quinquenios y decenios por delante. La cultura campesina ancestral plenamente viva a través de este querido vecino.

Se ha hecho tarde y nos despedimos de don Julio. Agradecidos de su tiempo y de sus historias. Prometiéndonos volver a visitarlo, porque don Julio tiene historias suficientes para llenar varias enciclopedias.





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1 Comentarios

  1. Anónimo3/30/2023

    Gracias por contar historias veridicas que pocas veces son contadas, me recordé mucho de mi abuelo, que tuvo el gusto de amar su san Fabián querido

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