La esquiva primavera dio su primer zarpazo solar. El aroma está encantado de lavandas y laureles. Las camelias setembrinas se siguen deshojando sobre una alfombra carmesí. Los ciruelos que planté el año anterior ya parecen adolescentes. Los cerezos recién plantados ostentan flores enanas, indignas de un colibrí. Las lechugas sobrevivieron a la intemperie invernal, igual que las acelgas, oréganos y cilantros. Hoy explosionan su verdor y crecen en cámara rápida. Igual que la maleza. He de preparar la tierra para la última siembra. Organizar las semillas de pepino, maíz, tomate, ají, morrón, poroto y zapallo italiano. Los cebollines los compraré en un vivero, tal como las matitas de sandía y melón. Esperaré la helada de Todos los Santos, la última manifestación del frío, y luego el huerto será una bullanga de vida multicolor.
Fotografía: © Lorena Ledesma
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