Jorge Muzam
Hasta hace muy pocos años se le prestaba escasa atención al tema. Por esto mismo, numerosas casas antiguas de San Fabián de Alico fueron remodeladas o demolidas. De la misma forma, la mayoría de las pircas del territorio fueron derribadas. No pocos árboles centenarios terminaron cercenados o simplemente asesinados. En abundantes casas las personas no prestaron mayor valor a los utensilios y objetos que conservaban el espíritu de generaciones anteriores. La historia del sacrificio, del amor, del dolor y la esperanza alumbrados por la luna, por un chonchón, por la penumbra temblorosa del fogón.
Es verdad que durante las últimas décadas se vivió una especie de ímpetu modernizador en el país, donde se sobrevaloraba lo reluciente y se desdeñaba lo antiguo.
Sin embargo, es precisamente hoy, cuando como sanfabianinos intentamos reafirmar los fundamentos de nuestra identidad, que miramos atrás, a los recuerdos que nos acompañaron toda la vida, y miramos también al frente, a lo que tenemos frente a nuestros ojos. Todos aquellos objetos y bienes que han permanecido en el tiempo y que hoy adquieren razón de ser en la medida que se abren a nuevos sentidos y se asocian a una cultura presente que los contextualiza, los recrea e interpreta de manera dinámica.
El valor de dichos bienes y manifestaciones culturales no está en un pasado rescatado de modo fiel, sino en la relación que en el presente establecen las personas y las sociedades, con dichas huellas y testimonios.
Hay tantas aristas patrimoniales o posiblemente patrimoniales que podemos contemplar en nuestro análisis.
En Patrimonio Artístico tenemos una enorme riqueza de artistas y creaciones, y allí podemos incluir la obra completa de Renato Soto y Juan Orellana, la obra sanfabianina de Ulises Soto, la mueblería artística de Claudio Soto, las artesanías en madera de Anatístico Elgueta, Pablo Cofré, Eduardo Fuentes y Dagoberto Zuazo; la artesanía en piedra de Vicente Muñoz; los bordados y arpilleras de Aída Soto, las prodigiosas mantas y frazadas de Uberlinda González, Delmira Fuentes y Teresa Martínez, las prensiones, fajas y mantas de Irma Sandoval, las esculturas de Julio Martínez, la obra pictórica sanfabianina de Lillian Weeks Lyon, Juan Castillo, Hugo Lara e Israel Gutiérrez. la obra literaria y memorística de Iván Contreras, la poesía de Luz Montecinos, Margot González y Enrique Olivares; el arte multifacético de Loreto Soto Venegas; el enorme aporte a la fotografía local de Inés Garrido, Carlos Muños Lagos, Daniela Fuentes Candia, Álvaro Hernández Castillo, Mauricio Hormazábal, Nicole Uribe, Claudio Maldonado, Romina Ledesma, Orlando Pallero, Álfredo Pino Lobos, y varios exponentes más de alta categoría. Emblemas de nuestro patrimonio son el conocido monumento al Arriero, la estatua de Nicanor Parra, la escultura en piedra del ex alcalde Guillermo Lagos y los chivos de la pileta central dibujados con piedras de colores, todos ellos ubicados en la Plaza comunal.
Sumemos al Patrimonio Cultural Inmueble la bella Parroquia, el puente El Inglés, el monumento de la Virgen, la casona Middleton frente a la plaza, la casona de la familia Mardones en calle O'Higgins, la casona Lagos en calle 21 de Mayo, la casa de la abuelita Adelina (cuya fotografía encabeza este artículo), el cementerio, el restorán El Rodeo, el restorán La Posada y su barón, varias casas antiguas construidas con quincha, y la población Ignacio Carrera Pinto (ex población César Fuentes Venegas) que posee una belleza armónica, cierto donaire estético, con sus vecinos que se saludan mañana, tarde y noche, con sus casas bajas de madera, sus colores, sus árboles, su tranquilidad.
Imposible sería no destacar Las Guardias, cuna de Violeta y Nicanor, lugar patrimonial de alcance mundial. También Roble Huacho, caserío mencionado en numerosos libros de historia y literatura, refugio de los Hermanos Pincheira, tierra de intercambio fronterizo, de trueque y comercio, de hermandad entre chilenos y argentinos.
En el Patrimonio Cultural Inmaterial podemos incluir numerosos usos sociales, conocimientos y prácticas relativas a la naturaleza, a la crianza de animales, a la preparación de la tierra para la siembra, a la cosecha, saberes ancestrales aplicados a la artesanía, la gastronomía, la talabartería, la lana de oveja, el clima, la sobrevivencia en medio de la soledad y la pobreza, a la forma como se hacen los nudos, como se arma una carreta, como se silba a los perros, como se detiene a los bueyes. También el arte de las cantoras y cantores campesinos; las formas de hablar, de compartir, de bailar, de comprometerse. Nuestra peculiar relación con los hermanos argentinos. La historia larga remasticada mil veces en torno a un fogón, con sus condimentos, sus chistes, sus excesos, sus silencios.
La tradición del canto campesino tiene una larga historia en San Fabián. Cantoras y cantores que a lo largo de dos siglos han contribuido con su arte a alegrar la vida de las comunidades dispersas del territorio. Canciones que incorporan letras que también son memoria, denuncia, esperanza, amor y desamor. Entre estos artistas destacan actualmente como las más genuinas herederas de esta antigua tradición: Cristina Sepúlveda, del sector Paso Ancho; Carmencita Garrido de Los Puquios, y Donatila Guzmán, de Pichirrincón. Y entre los varones, Víctor Fuentes, de Trabuncura, y Manuel Contreras, de Los Puquios. Junto a ellos, perpetúan este arte: Leonor Belmar, Amalio Meriño, Roque González, Antonio Hernández, Las Hermanas Fuentes, Silvia Chandía, Audolina Novoa, Graciela Fuentes, Pascualina Almuna, María Almuna, Enedina Almuna, Leonor Almuna y Erica Almuna. Quedan igualmente en el recuerdo la valiosa contribución de Arsenio Cheñito Parra, Ana María Guzmán, Margarita Almuna, Blanca Espinoza, Delicia Olave, Felicinda Olave y de la recordada Natalia Arévalo, cantora que despertó la atención de Violeta Parra y Margot Loyola.
Un aspecto muy importante a considerar en una comuna mayoritariamente montañosa como San Fabián, es la practica del andinismo. En 2020, esta práctica fue declarada por el comité intergubernamental de la Unesco, reunido en Bogotá, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo “el arte de escalar cumbres y paredes, durante todas las estaciones, en terrenos rocosos y helados de alta montaña”.
Debemos tener claro que el proceso de patrimonialización y despatrimonialización es dinámico, y obedece a la forma como se van construyendo y deconstruyendo significados y sentidos. En ello la marcha mundial, los contextos sociales y políticos, las modas, los nuevos paradigmas, las ideas fuerza, tienen roles no menores en la permanente reorientación de la mirada.
Para dar un ejemplo de esto, remitámonos a nuestro escenario montañoso. Antes nos parecía absolutamente natural a nuestros ojos, tan normal que probablemente ni nos dábamos cabal cuenta de su presencia. Lo habíamos visto desde pequeños, y en muchos casos lo habían visto nuestros padres, abuelos y bisabuelos, cada día de cada estación de cada año de cada década. Pues hoy, que nos visita tanta gente, y que hemos tomado conciencia de nuestro potencial turístico, observamos nuestro escenario montañoso con extasiado orgullo. Nuestros riscos, montañas y cerros, plagados de zorros, lagunas, esteros y bosque nativo, el lugar donde siempre hemos visto salir el sol o la luna, constituye uno de nuestros más preciados patrimonios naturales. Y sin duda es uno de los lugares más hermosos de Chile.
Hay también un patrimonio material que se puede resguardar exclusivamente en la memoria, porque ya no existe. Ejemplo de ello fueron las pircas ancestrales en Malalcura, Las Guardias y El Roble. Sus orígenes se perdían en el tiempo y eran atribuibles a la ocupación indígena del territorio.
Un patrimonio de la nostalgia, que está resguardada en la memoria de las personas mayores, son los enormes piños de chivos, ovejas, caballares y vacunos que pasaban por calle Andes hacia las veranadas. Desde fines de octubre y durante todo noviembre pasaban hacia la cordillera y bajaban a fines de abril. Los balidos de chivos y ovejas, los mugidos vacunos, los chiflidos arrieros, los incesantes ladridos de los perros, los cascos de los caballos, la polvareda infernal. Todo ello era un patrimonio en sí mismo de nuestra comuna. Algo irrecuperable que hoy se sigue añorando.
Los árboles también constituyen un valioso patrimonio. En muchos lugares del mundo se ha normado su protección. Los árboles urbanos y rurales, porque constituyen belleza, identidad, referencia y memoria. Es un asunto que le debiera importar a la comunidad de cada sector. Proteger sus árboles patrimoniales, proteger sus árboles en peligro de extinción, proteger los árboles que le han conferido identidad y belleza a cada lugar. Proteger los árboles frutales antiguos, patrimonio alimenticio que nos heredaron nuestros ancestros.
A lo largo de su historia han sido diferentes vecinos los que han ido plantando árboles en los bordes de calles y avenidas. Vecinos visionarios, con impronta estética en la mirada, que amaron tanto a su pueblo que soñaron con verlo aún más bello, y también bien alimentado. De ahí los viejos perales y manzanos de El Valiente, El Copihue, Pichinal, Principal, El Roble; los fresnos y tilos de la plaza; los monumentales encinos de calle El Roble; los castañares de Los Monos y La Mortandad; los antiguos acacios que persisten estoicos en diferentes calles del pueblo, verdaderos tótemes de la memoria ancestral.
Falta mucho por avanzar en este punto, pues algunos vecinos, principalmente nuevas generaciones, han cortado arboledas completas, patrimonios irreemplazables, cercenando de un plumazo historias arbóreas de más de un siglo.
En Patrimonio Natural podemos incluir los esteros, ríos, paredes montañosas, la flora autóctona, las Marmitas de Las Tragedias, las rocas de Punilla, las Torres de Lara, el Raicano, Valle Hermoso, el Salto las Minas, el gran Malalcura, el cerro El Padre, el identitario cerro Alico y las 57 lagunas que existen en la comuna.
Patrimonial también puede considerarse al estero de Piedras, con sus pozones La Puntilla, Las Vizcachas y Los Rodríguez. Pues en ellos, a lo largo de varias generaciones, ha orbitado tanta vida, tanta felicidad, tantos recuerdos.
Categorizar, nombrar, significar, visibilizar y proteger nuestro patrimonio es tarea de todos. De los vecinos, de las organizaciones, del municipio, de las personas que nacieron en San Fabián y de las que en algún momento de sus vidas, por distintas razones, se enamoraron de este territorio, y lo asumieron como propio.
Fotografía: Antigua casa ubicada en calle 21 de Mayo, junto al actual Supermercado La Montaña. Hace varias décadas era conocida como la casa de la abuelita Adelina. Hoy sigue resistiendo el paso del tiempo. Su fachada es una especie de museo abierto que muestra una forma de construcción que predominó en San Fabián durante más de un siglo.
1 Comentarios
Mis felicitaciones. Artículo muy completo, bueno, bello y verdadero.
ResponderEliminarDéjanos tu opinión y síguenos en Facebook, Instagram, Twitter y TikTok!