Jorge Muzam
Alboreaba la primavera de 2020. La pandemia nos mantenía desconfiados y distantes. El mundo mismo se había ralentizado. Eran mis últimos días como encargado municipal de cultura. Y fue efectivamente mi última salida a terreno como funcionario.
Ese día nos recibió en su casa de Trabuncura don Enrique González, querido vecino de esa localidad, hombre de campo, emprendedor agrícola y parte del inventario histórico mismo de ese incomparable sector. Porque en cierta medida es uno de los pioneros de su desarrollo, el hombre que a punta de esfuerzo ha visto abrirse los caminos, llegar los adelantos de la modernidad, ver a varias generaciones nacer, crecer, conformar familia y en muchos casos también fallecer.
Don Enrique nos recibió con la amabilidad propia del hombre de campo. Nos hizo pasar a su enorme casa que ha ido aumentando a medida que lo exigió el crecimiento de la familia y las múltiples necesidades de espacio que demanda la vida rural.
Nuestro motivo principal para visitarlo, además de saludarlo y saber de él, giraba en torno al locomóvil que permanece estacionado en la entrada de su predio. Enorme máquina de hierro que durante muchas décadas contribuyó al desarrollo económico de Trabuncura.
En la mirada y en la tranquila voz de don Enrique solo había agradecimiento a la vida, a su familia y a cada uno de sus trabajadores. Recordó que en ocasiones los negocios no anduvieron bien, que hubo épocas de crisis nacional y precariedad económica generalizada donde nadie compraba nada. Y que sus trabajadores lo entendían y le decían que seguirían a su lado lealmente hasta que mejoraran las cosas.
Y así sucedió. La economía volvió a fluir. Los negocios mejoraron y don Enrique permaneció junto a sus trabajadores, siempre trabajando mano a mano con ellos y como ellos en un vínculo de lealtad, reciprocidad y respeto que nunca disminuyó.
Don Enrique nos narró aspectos de su vida. El orgullo por su familia. El deleite de contemplar las estaciones, las faenas, los animales. Y también nos narró la historia del locomóvil. Cómo llegó, cuánto sirvió, quiénes ayudaron a mantenerlo en funcionamiento, así como su deseo de que permanezca en ese mismo lugar para honrar la memoria de todas las personas que han amado y hecho crecer Trabuncura.
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