@ Paula Hernández Quiroga |
Jorge Muzam
San Fabián mantiene una relación compleja con su patrimonio arbóreo. No es inusual que en las estufas y chimeneas de la comuna se siga incinerando el bosque nativo. O de que se corten árboles centenarios porque de pronto molestan a la vista, por un simple antojo, porque pueden brindar varios metros de leña o porque se les considera un potencial peligro para las nuevas edificaciones que se van levantando por todos lados.
Las reacciones de la comunidad van desde disgustos expresados en las redes por la desaparición de estos verdaderos tótem de la naturaleza; por la poda a ratos brutal, y a veces también sensata, que realizan las empresas eléctricas o el área municipal concerniente; la eliminación de árboles ubicados en lugares públicos sin consulta a nadie; la total falta de empatía que se aprecia en parte de la comunidad; así como el deseo de numerosos vecinos por recuperar ese antiguo San Fabián frondoso, reuniéndose, fotografiando el rostro arbóreo de las estaciones, compartiendo semillas y plantando en sus predios árboles nativos.
Tolstoi decía “Hay quien cruza el bosque y solo ve leña para el fuego”. Incluso uno de los primeros documentos que hablan sobre San Fabián enfatizaba su riqueza en base a sus bosques maderables. He hablado con personas muy mayores que recordaban que ya en los años 40 el Malalcura estaba mayoritariamente talado. Los mismos bosques nativos de El Caracol fueron a parar, vía fluvial, a los aserraderos de Chillán entre los años 20 y 30 del siglo pasado, con dinamitación del Ñuble mediante.
Afortunadamente, la patrimonialización arbórea es una tema en el que se viene trabajando en San Fabián desde hace algunos años. Entiendo que por distintos actores, aunque no de manera unificada. Investigando, reflexionando, concientizando, creando mapas conceptuales, recuperando los saberes ancestrales sobre sostenibilidad del bosque e informando a los cuatro vientos sobre su importancia esencial en la prosecución de un ecosistema armónico.
Una instancia para resaltar este aspecto se vivió para el Día de los Patrimonios. Fue precisamente a través de una Caminata Patrimonial por las calles del pueblo, donde la especialista Marcela Bustamante fue mostrando un conjunto de árboles emblemáticos que subsisten en el casco urbano de la comuna.
Quizá sea esta una oportunidad para acercar criterios y propender hacia una protección mayor del arbolado urbano, entendido como una restauración paulatina de lo propiamente nativo; valorar y proteger a los árboles referenciales, esos que permanecen en la memoria colectiva; ubicar y proteger los árboles sagrados de los pueblos originarios; fortalecer redes de organizaciones para proteger el bosque nativo en toda la comuna; informar sobre lo que dice el Estado a través de la Ley 20283; así como aspirar a una ética del paisaje que nos importe, identifique e involucre a todos.
Árboles que han sido vitales para las poblaciones cordilleranas son los lleuques o uva de la cordillera. Su fruto, ya sea fresco, en almíbar o mermelada, ha servido para fortalecer la dieta de las personas en medio de las difíciles condiciones climáticas y de aislamiento propia de esos sectores.
Igualmente importantes son los olivos de la comuna, muy importantes por su simbolismo para la religión cristiana. Igual situación ocurre con los canelos, árboles sagrados para la cosmovisión mapuche.
También considerar la asombrosa variedad de árboles frutales que están diseminados por buena parte del territorio comunal, y que son testimonio de antiguas pueblas, de rutas en desuso, y a la vez de un amor y una empatía que traspasa las décadas, porque fueron plantados para alimento, sombra y disfrute de los descendientes.
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