Reencontrarnos a través de una fotografía identitaria


Archivo de la Memoria Visual de San Fabián de Alico

Nuestra gente
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La vida campesina ha forjado el carácter de los sanfabianinos a lo largo de dos siglos. En la fotografía se aprecia a don José Elías Candia Uribe trabajando junto a su yunta de bueyes en el sector La Vega. (1998)

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Por Jorge Muzam

Hace unos días subí al fanpage de Sanfabistán la fotografía de un campesino junto a su carreta de bueyes. Me la había facilitado hace años la fotógrafa Daniela Fuentes Candia. La imagen corresponde específicamente a su abuelo, don José Elías Candia Uribe.

Tras subirla, rápidamente se viralizó no solo en San Fabián de Alico o la región de Ñuble, sino a lo largo del país, acumulando comentarios incluso desde el extranjero.

Fue uno más de los impresionantes niveles de visibilización de nuestra cultura comunal que hemos conseguido a través de Sanfabistán. Una gratificante satisfacción personal, porque hemos logrado mostrar algo tan genuinamente nuestro. Un símbolo de esfuerzo, de sabiduría, de resistencia ante el clima, la distancia, la precariedad, así como de una sociedad que históricamente poco o nada ha valorado el esfuerzo del campesinado no terrateniente. 

Porque en la mayoría de las casas es muy poco lo que va quedando de los viejos tiempos. No guardamos las planchas a carbón ni los chonchones, monturas, arados, aperos, callanas o yugos. La ollita del puchero mutará en macetero. Las sillas de totora se usarán hasta que nadie se digne a repararlas. Las mantas de lana confeccionadas por antiguas tejedoras cubrirán las bancas de madera hasta desgastarse y desaparecer como colchón de perro mojado. Las carretas expuestas a la intemperie terminarán pudriéndose o sumándose a la leña de algún crudo invierno.  Y si se pierden los objetos, inevitablemente se van perdiendo las habilidades asociadas a esos objetos. Sus artesanos, los que le dieron uso y valor, los que las heredaron por una o dos o tres generaciones, hasta que llega una generación que no siente apego por lo que simbolizan y se deshace de ellos, o deja que el invierno, el sol y la noche los recubra de olvido.

Y así los rastros de nuestra memoria campesina van extinguiéndose poco a poco.

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