En las pasadas elecciones municipales resultó reelecto el alcalde de Chile Vamos, Claudio Almuna. Por escaso margen y aprovechando la dispersión de votos, una fracción del electorado que asistió a votar le dio el visto bueno a la continuidad de una gestión caracterizada por su baja conexión con la comunidad.
De esta forma, San Fabián perdió tres oportunidades de cambio. Tres oportunidades de reorientar su destino hacia propuestas distintas.
Almuna ganó con 927 votos, lo que representa el 30,14 % de las 3121 personas que votaron en esta elección. Es decir, 2194 votaron por su no continuidad, prefiriendo una opción distinta. En la región de Ñuble, por lo demás, fue el candidato que logró su reelección con la menor cantidad de votos.
Si nos remitimos al padrón total, de 5111 votantes registrados en San Fabián, 4184 no manifestaron de ningún modo su apoyo a Almuna, ya sea porque eligieron a otro candidato, o porque el proceso mismo no les sedujo como para ir a votar. Visto desde esta perspectiva, solo un 18,13 % del electorado sanfabianino se inclinó por Almuna.
Lo que queremos dejar en claro en esta columna es que los tiempos y circunstancias no están para triunfalismos, revanchismos ni arrogancias. Los que ganaron deben tomar estos datos con humildad y ponerse a trabajar con ahínco los tres años y fracción que le quedan a esta administración continuista. Lograron por un mínimo margen ser nuevamente acreedores de la confianza ciudadana para conducir la comuna, y eso deben tomarlo como un alto y probablemente irrepetible honor.
Cabe destacar la alta votación alcanzada por los otros tres candidatos, que los legitima como representantes de fuerzas opositoras relevantes que tienen mucho que decir respecto al destino de la comuna.
Fernando Correa sacó 857 votos, alcanzando el 27,86 %. Vale decir, solo 70 votos lo separaron de Almuna, lo que en la práctica es un empate técnico, que iguala su poder de representación al que tiene Almuna. Su electorado es variado, de sensibilidades políticas distintas y está en todos los sectores de la comuna. Numerosos trabajadores, dueños de pymes, gente de campo, jefas de hogar, algunos funcionarios públicos. Y es probablemente el candidato que congregó a las personas más vulnerables de la comuna que vieron en él a una figura fuerte que reorientaría con firmeza la conducción del municipio.
Enrique Olivares sacó 752 votos, es decir, también estuvo muy cerca de alcanzar a Almuna y Correa. Su alta votación lo transforma en un personaje político relevante en la comuna. Son 752 personas que contra viento y marea creyeron en él. Muchos de ellos funcionarios municipales y sus respectivas familias. También personas ligadas al deporte, al medio ambiente, a las comunicaciones radiales y a la educación.
Cristofer Valdés sacó 540 votos. Naturalmente carismático, agregó a ello entusiasmo y claridad para transmitir propuestas, lo que le granjeó una alta votación. Ser la voz que representa a 540 personas de la comuna que creyeron en él, es mucho más de lo que nunca ha sacado un concejal. Por esto, esperamos que no desande el camino construido y se transforme, al igual como lo debieran hacer Correa y Olivares, en potentes voces opositoras y fiscalizadoras a la actual gestión. Los tres cuentan con amplio respaldo ciudadano.
Vivimos tiempos de empoderamiento ciudadano, de participación activa en el diagnóstico, orientación e implementación de las políticas públicas. Por esto, estamos convencidos de que la fiscalización de una administración municipal no solo le compete a los concejales de turno, sino que a la comunidad entera. Solo una potente, acuciosa y permanente fiscalización ciudadana impedirá que se perpetúen formas de prepotencia e inoperancia en este y en cualquier municipio de Chile. Queremos que los funcionarios electos o de planta cumplan a cabalidad con su rol de servidores públicos. No es la gente la que debe andar sirviéndoles, rindiéndoles pleitesía o agradeciéndoles cada vez que mueven un dedo, sino que son ellos los que deben hacer, con humildad, diligencia y eficacia, todo lo posible para servir a los vecinos y generar las estrategias para mejorarles su calidad de vida.
El país vive momentos complejos. A las consecuencias del estallido social y la posterior pandemia, le sobrevendrá una crisis económica de proporciones que requerirá mucha creatividad y empatía para direccionar las políticas públicas. Es altamente probable, además, que tanto la gobernación regional como el próximo gobierno sean de una orientación política antagónicamente distinta a la que ostenta el actual alcalde de San Fabián, lo que lo pondrá, junto a otros alcaldes de comunas pequeñas de Ñuble, en situación de islas arcaicas, por no decir semifeudales, respecto a la marcha del resto del país.
Chile cambió. Y en San Fabián se manifestaron esos aires de cambio a través del 70 % que votó por una opción distinta. Pero el resultado no bastó esta vez. Nos queda por delante un período donde deberemos reflexionar en torno a la forma de superar todas las malas prácticas de la política que a lo largo de su historia le han hecho tanto daño a San Fabián, como el clientelismo, la intimidación laboral, la infamia, el nepotismo, la cooptación, el compadrazgo, la preponderancia de ciertas familias que se arrogan la hegemonía de la cosa pública, la adulación oportunista de adultos mayores en tiempos de campaña, la repartija direccionada y extorsionadora de ayudas sociales, las promesas irresponsables de ultima hora, la consagración de jerarquías abusadoras que promueven la hegemonía de poderes fácticos a nivel doméstico y comunal y los diseños fascistas territoriales promovidos desde tiempos dictatoriales y que han generado estas formas culturales envenenadas de feudalismo alcaldicio. Nos queda un largo camino por recorrer. San Fabián se merece mucho más.
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