Jorge Muzam
Reverdece el Alico, se impone la
vida, se restaura la armonía, incipientes robledales, infantiles peumos, de la
memoria del gran incendio quedan apenas cenizas y abonos, troncos negros en
disolución, la aromática humedad de dos inviernos.
El gran tótem ovalado retoma su
antigua apariencia, la misma que ha conferido identidad a los habitantes del
valle, que ha servido de vigía de bandidos, atalaya de soldados, avistador arriero
de ganado cimarrón. Montículo de ilusiones y leyendas que ha apaciguado el
espíritu de tantas generaciones. Exploradores, enamorados y curagüillas han
acariciado sus escarpadas laderas, oteado el serpenteante brillo de ríos y
esteros, la bruma azulada de lontananza.
El Alico lo ha visto todo. Ha
sido testigo del ruido y la furia, del amor y el dolor, de la alegría y la
tristeza de tantas generaciones cuya memoria transcribe el río Ñuble como rumor
de agua que salpica las piedras.
Hace cinco mil años ya bordeaban
sus laderas recolectando digüeñes los indígenas trashumantes. Hace mil años los
pehuenches observaban su cumbre por el agujero de una piedra horadada. Hace 300
años gobernadores y misioneros buscaban la ruta más accesible hacia el País de
las Manzanas.
El Alico vio las hordas
pincheiranas asolar San Carlos. Sudor de caballos, sangre en la espada. Cientos
de mujeres cautivas. El aporte de hormiga a un tesoro inencontrable.
Mil soldados del ejército de
Chile al mando del general Manuel Bulnes avanzaron hacia El Roble Guacho un
cálido enero de 1832. En el trayecto balas y gritos. El fusilamiento del último
sueño realista. Epulafquen de testigo. Luego, Bulnes victorioso. 20 mil vacas
como botín de guerra, cientos y miles de mujeres recuperadas.
El nuevo siglo trajo bonanza,
comercio fecundo, contrabando descarado. Huasos y gauchos tomaron del mismo
mate, la hospitalidad se hizo regla, se emparentaron familias, se compartieron
anhelos, la amistad y el honor se selló con un apretón de manos, con un abrazo
de hermano, de vuelve pronto, que el cariño sea siempre más grande que la
distancia, pues la historia nos quiere ver siempre unidos.
Gran cerro Alico, hoy que te
vemos reverdecer, te saludamos con alegría. Hemos preguntado al yerbatero
Cholito si ya hay digüeñes en tus faldeos, pero él nos ha dicho que apenas dos,
y muy pequeños, pero sabemos que lo hace para protegerte mientras te sigues recuperando.
Confiamos en Cholito. Pocos te cuidarán como él, susurrándote historias
fantásticas y obsequiándote cada 18 de septiembre una bandera chilena para que
flamee en tu cumbre.
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Fotografía: Cerro Alico observado desde calle 21 de Mayo con Independencia.
Archivo Sanfabistán
Archivo Sanfabistán
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