La dureza de un siglo / Crónicas de San Fabián de Alico


Jorge Muzam

Acompañé ayer tarde a don Nonato y su señora hasta Maitenal. Me invitaron a tomar una sabrosa once de mate, tortillas y chicharrones. Visitamos una hermosa casa en los faldeos del Malalcura, espaciosa, rodeada de árboles frutales, manzanas rojas, peras amarillas, uvas blancas, nueces en maduración, acechada por bandadas de cachañas y nubes de baja altura.

Entre mate y mate don Nonato empezó a recordar su infancia, allá por los años cuarenta. Tiempos de precariedad, de muchos hermanos, donde los terratenientes maltrataban a sus trabajadores y pagaban sueldos de hambre. En sus recuerdos siempre había nieve, lluvia torrencial, dificultades para avanzar, para cruzar ríos, para abastecerse. Se resistía con ojotas, con escasos caballos para el transporte. Los temporales duraban semanas. Aprender a leer era un lujo reservado a los hijos de los poderosos. Las enfermedades y accidentes se curaban con hierbas, con entablillamientos, con cataplasmas. No siempre con éxito. Y morían muchas mujeres en el parto. No había cómo ayudarlas, cómo trasladarlas desde Pichirrincón hasta San Carlos. Y quieren morían debían ser enterrados en el cementerio de San Fabián. Trasladar el muerto en una camilla hecha de varas sobre el hombro de cuatro hombres, y junto a ellos acompañando en procesión los pocos deudos. Era un viaje agotador, sobretodo en los meses de nieve. Se intentaba llegar al pueblo en un solo envión, sin largos descansos, sin pernoctar, pero hubo ocasiones en que la tempestad obligó a buscar refugio, a guarecerse con el muerto bajo un techo hasta que las condiciones permitieran seguir el viaje. Al llegar debían fabricarle un cajón que siempre se pintaba de azul.

Fue el tipo de vida que predominó durante más de un siglo, que forjó caracteres tan duros como solidarios, costumbres y recuerdos que hoy adquieren un rango mítico y que nos llenan de respeto y orgullo hacia nuestros ancestros.




Imagen 1: Dibujo del artista Lander Zurutuza basado en el texto "La dureza de un siglo".
Imagen 2: Xilografía de Félix Rebolledo.

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