La máquina de escribir de Allende / Notas sanfabianinas


Jorge Muzam

Hace unos días mi amigo Salvador Allende (homónimo al Presidente derrocado) pasó a dejarme en custodia vitalicia su vieja máquina de escribir. Yo no estaba en casa pero entendí la importancia de su gesto. Cuando compró esa máquina, en 1992, me invitó a cenar a su morada en La Florida. Vivía con una profesora peruana que tanteaba un posible destino en Chile. Llevaban pocos meses y parecían entenderse, al menos sexualmente. Allende trabajaba como vendedor de seguros y su sueño era convertirse en un escritor-filósofo, respetado, trascendente. Desde su época de estudiante había escrito poemas y ensayos, creado un lenguaje, nuevos signos, leyes, religiones, idearios políticos. Autodidacta hasta la médula, lector desordenado, pretendía repensar el mundo a su santa y puta manera. Hasta había incursionado en una novela ambientada en San Fabián cuyos primeros capítulos me confió en esa ocasión. Me respetaba y quería saber mi opinión, aspirar mi cultura literaria. Arrendaba una casa de dos pisos. Tenía pocos muebles (no los necesitaba y esto tenía que ver con el espacio, con la amplitud para caminar a cualquier hora y observar el bullir de personas, las vidas ajenas, la cordillera misma) En el segundo piso había instalado su escritorio. Allí estaba su flamante máquina de escribir eléctrica. Era un paso significativo. Yo ni siquiera tenía una convencional y escribía a mano en cuadernillos que iba perdiendo. Me ofreció aquel piso, su casa, su apoyo, en un gesto que aún agradezco. La vida nos volvió a separar por más de 23 años. Sé que en el intertanto se casó, tuvo una hija, se separó, vivió con una colombiana, enseñó ajedrez, engordó, se encaneció su cabello y trabajó en mil cosas hasta dedicarse a comerciante de ferias libres. Gitano errante y solitario, filósofo por defecto, teórico matemático, poeta rock, enorme de cuerpo y generosidad. Hace tres días, anocheciendo, pasó a dejarme su máquina de escribir. Volvía a Santiago en su pequeño Daewoo azul.

Foto: Archivo Sanfabistán

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