El Malalcura / Patrimonios naturales de San Fabián de Alico


Jorge Muzam

Mi abuela Amalia, que durante algunos años vivió en la población Corvi, solía repetir que un rostro indígena nos miraba desde la cumbre del Malalcura. Es decir, una especie de Monte Rushmore en pleno San Fabán de Alico, con un chemamull esculpido por el clima y la pulsión milenaria del planeta.

En aquel inmenso torreón de granito que corona el Malalcura estaba grabada la figura de un personaje que nos acompañaba, que nos compadecía, que nos consolaba, que nos insuflaba ánimos cada día del año. Nada estaba más presente que aquel rostro pues era lo primero que veíamos los sanfabianinos al levantarnos y muy probablemente lo último que contemplábamos antes de guarecernos en nuestras viviendas.

Muchos años más tarde, las nuevas exploraciones trajeron imágenes que parecían de otro planeta. Dos enormes cumbres, una norte y una sur, y entre ellas una serie de obeliscos oblicuos desafiando la gravedad, y rocas, multitud de rocas ensambladas por un dios anárquico, como un Machu Picchu incompleto destinado a refugiar cóndores y lagartijas.

El Malalcura, que en mapudungún quiere decir "Cerco o corral de piedra", tiene una altura estimada de 2.037 metros y es valorado, entre otras cosas, por su enorme biodiversidad ya que se encuentra ubicado en una zona de transición climática y vegetacional, lo que le confiere la particularidad de tener ecosistemas muy diversos con especies nativas del bosque esclerófilo de la zona central como el quillay, el boldo y especies de los bosques más húmedos del sur, como el canelo, el avellano o el arrayán. También hay bosques de nothofagus como raulí, hualle, coigüe, ñirre y ciprés de la cordillera. Es además santuario de fauna andina como pumas, zorros, cóndores y liebres andinas.

La composición del Malalcura lo hace muy atractivo para la escalada en roca, ya que posee largas paredes de granito de buena calidad, con rutas de escalada tradicional establecidas. La ruta de ascenso normal es por su cara sur y parte por densos bosques para luego pasar a sectores con bloques de roca.

Dado que el Malalcura presenta una dificultad técnica de ascenso MF. (Muy Fácil, según Wikiexplora) y que San Fabián fue históricamente un pasadizo muy utilizado por grupos indígenas trashumantes, es posible señalar que los primeros ascencionistas arribaron a su cumbre hace varios siglos.

Dependiendo de la estación, es posible encontrar en sus laderas algún fruto u hongo silvestre. En verano abunda el maqui, la mora, la guinda común, la pera silvestre, en otoño la avellana, en junio el changle, en agosto la pinatra, en septiembre el apetecido digüeñe.

Entre mis recuerdos personales, mi primer ascenso hasta el borde de la cumbre granítica fue a fines de los 80. A mitad de cerro pasamos por la casa de don Mandito, amable anciano que nos agasajó con un jarrón de agua con harina tostada.

Entrañable me resulta rememorar aquellos años, fines de los 70, cuando mis abuelos vivían en el pueblo y solían organizar paseos familiares hasta el caserón de adobe que había en la primera subida. Allí vivía la señora María de Juaco. En su patio había numerosos árboles frutales, entre ellos muchos perales, quizá la mejor variedad de peras de toda la provincia de Ñuble y ella las obsequiaba generosamente a quien quisiera tomarlas.

En los faldeos bajos del Malalcura, y muy cerca del que fuera hogar de la señora María de Juaco, vive hasta el día de hoy don Nano Guzmán, agricultor y criancero, y también el último cultivador de lentejas de todo el valle. 

Por su parte, mi abuelo Ramón, ex policía fronterizo, solía contar la historia del profesor Víctor Fernández que desapareció cerca de la cumbre el año 67 y cuyo cuerpo nunca fue encontrado. También hablaba de profundas cavidades en los bordes superiores y de un pequeño glaciar formado en una depresión a media altura.



Fotografía: Archivo Sanfabistán

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