Tiempo de escarcha / Crónicas de San Fabián de Alico


Jorge Muzam

Un intenso frío nos ha azotado durante mayo. Un frío temprano que no se sentía desde los ochenta, cuando empezamos a percibir un sostenido cambio climático que acortó los inviernos. Hasta esa fecha el frío empezaba en abril. Grandes temporales que duraban dos semanas. Silbido de alamedas. Rugido de encinos y castaños. Escarcha que no se disipaba hasta el mediodía y que continuaba indeleble hasta el otro día en los lugares sombríos.  

Las personas mayores de San Fabián de Alico tienen marcada la nieve en cada recuerdo, sobre todo los que vivían hacia Las Veguillas, El Roble o Pichirrincón. Los caminos se cortaban para carretas y vehículos. Los animales sufrían la falta de forraje. Las familias tenían muchos hijos que se criaban como se podía, con lo que alcanzaba. Por eso los pies casi siempre estaban descalzos, la ropa se heredaba de grandes a chicos y los utensilios se hacían durar, pues todo el trabajo de padres e hijos mayores alcanzaba apenas para alimentarse.

Recuerdo que en otoño se aprovisionaban carretas de bueyes con harina, aceite, arroz, fideos, yerba mate, azúcar y té. Sacos de trigo para los pollos, harina tostada y alguna garrafita si se podía. Eran los ingredientes de la supervivencia en la alta montaña. Esas carretas no volverían hasta la primavera, dependiendo del camino. Los huasos olían a manta mojada, a ropa percudida, a cuero de chivo, a sudor, a humo. Manos grandes, manos de acero, surcos profundos en el rostro, mirada mansa, de sabiduría, de paz con la naturaleza, de recogimiento ante los antepasados. El humor y la picardía eran parte de la diplomacia, de la honestidad de las formas. La generosidad se llevaba en el alma, ni siquiera era un tema para pensar o discutir.




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