El general Omar, guardián en jefe de nuestros dominios, supervisando la cosecha. |
Jorge Muzam
Ayer coseché los morrones del huerto. Dejarlos más días a la intemperie los hubiese quemado con la helada o podrido con la humedad que deja la lluvia.
Ayer coseché los morrones del huerto. Dejarlos más días a la intemperie los hubiese quemado con la helada o podrido con la humedad que deja la lluvia.
Algunos se consumirán frescos y el resto será rebanado y congelado para acompañar los guisos del invierno. Aproveché de tomar los tomates cherry que aun siguen madurando y llené la carretilla con zapallos camote, que este año crecieron poco, pero cuyo sabor no desmerece ante los zapallos gigantes.
Casi todas las casas sanfabianinas poseen un huerto. Grande o pequeño, nuevo o antiguo. Algunos se han heredado de generaciones pasadas. Lo que se produce en los huertos es relevante en la economía familiar. Lo que la tierra nos brinda deja de comprarse, destinando el siempre escaso dinero a menesteres más acuciantes. Hay vecinos que han logrado generar excedentes y vender su producción. Han construido invernaderos firmes, preparan almácigos, mejoran la tierra y la semilla, y el resultado lo disfrutamos todos los sanfabianinos que podemos acceder a sus productos orgánicos a precios razonables.
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