Pagar favores políticos / Columna de opinión


Jorge Muzam 

La vieja práctica de pagar favores políticos aún perdura. Suele ser más descarada entre quienes logran ascender a un cargo político en base a numerosas trampas, subterfugios y promesas al voleo. No así entre quienes gozan de un genuino, amplio y respetuoso apoyo ciudadano.

Algunos podrán decirme: siempre se ha hecho. A ellos les respondería: es precisamente por eso, porque fue uno de los motivos del estallido social que puso al país entero patas para arriba. Las malas prácticas de la política, los favores, el amiguismo, el compadrazgo, el caciquismo, el nepotismo, el saltarse reglamentos, la prevaricación, la desinformación, el lobbismo, los santos en la corte, la desprolijidad en el manejo de los recursos, el sacar ventaja electoral de la disponibilidad del aparato público, la incapacidad para guiar y optimizar la labor funcionaria, el operar bajo criterios circenses, vivir de pura imagen, hacer que parezca que se está trabajando con seriedad cuando en realidad no se sabe para dónde diablos va la micro.

Personalmente sumaría a este conjunto de prácticas, la improvisación, algo que en San Fabián ha sido un leitmotiv histórico. Es decir, no planificar, no darle continuidad a los procesos, poner personas sin calificación profesional en puestos claves y sobre todo, vivir cambiando, hostilizando, precarizando, despidiendo o enrocando funcionarios. Interrumpiendo, por torpeza, ineptitud, ceguera o mala intención, toda posibilidad de que los procesos relevantes para la comuna puedan germinar, tener continuidad, perfeccionarse y contribuir al cuidado y mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes, así como al desarrollo global de San Fabián.

Desconocer el legado de las administraciones anteriores. No valorar el esfuerzo desplegado por otros. Invisibilizar sus éxitos. Apagar procesos. Abandonar lo pretérito. Partir siempre de cero. Es una constante de todas las administraciones y algo muy nocivo en lo que concuerda la mayoría de los sanfabianinos. Una razón clara y concreta de por qué San Fabián no avanza. Las mesas de trabajo llenas de bostezos, los permanentes diagnósticos, los estudios y sobre estudios de factibilidad, los pre acuerdos, los cuantiosos fondos destinados a diseño de obras que no se realizarán ni en décadas, las miles de reuniones inútiles, los seremis tomándose selfies con montañitas para la vanidad de sus redes, la incapacidad resolutiva, la flojera para buscar y postular a fondos concursables, la pompa de las fotos, la teatralidad de los que precisan sentirse importantes, los cocteles, vocativos y parabienes rastreros con que se soban el lomo unos a otros, se terminan llevando el presupuesto, la paciencia y la vida misma. 

Otro aspecto que a nuestra querida comuna le sigue haciendo tanto daño es la convivencia envenenada por permanentes intrigas, resentimientos, envidias, revanchismos, infantilismos, enemistades ancestrales, sobredosis de ignorancia, familias que se auto coronan sin ningún merecimiento en posiciones de privilegio, numerosos grupos de poder permanentemente enfrentados y multitud de caciques con más lengua que capacidad para llevar a la práctica acciones inteligentes que propendan al bien común.

San Fabián necesita con urgencia sacudirse de su vetustez feudal, de la perniciosa mentalidad inquilina con que el votante promedio se brinda autogoles de media cancha. Precisamente ahora en que Chile avanza hacia una profundización democrática a través de una nueva constitución, empoderamiento ciudadano, gobernadores electos, primarias presidenciales y una gran cantidad de municipalidades con administraciones renovadas a lo largo del país estableciendo modelos de gestión basados en estrictos criterios técnicos, total transparencia y priorización de gastos orientados al cuidado de la ciudadanía y no en sumarle plumas de pavo real al narciso político de turno.

Los sanfabianinos y sanfabianinas somos gente de pueblo, mayoritariamente bondadosos y trabajadores, y somos también ciudadanos activos, con plena conciencia de nuestros derechos y deberes, y también de nuestra potestad fiscalizadora de la administración pública. Queremos y exigimos que el sello de nuestra administración sea trabajar de cara al pueblo, en diálogo constante, plural y participativo; y que se dispongan los canales necesarios para que cada uno y cada una, pueda incidir, verdaderamente, en las decisiones municipales.

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