Toñito Hernández


Anoche vino a verme Toñito Hernández, compañero de kinder a séptimo, mi primer amigo en la población Corbi. Recuerdo que con Toñito y Manolo conformábamos una tríada de cerebros muy inquietos, cada uno aportando lo suyo a una generación que estimo valiosa. Traía dos cervezas para celebrar pero se las chupó en el camino con su amigo Quiñones. Dije comprender la situación y que a cambio celebraríamos con un whisky que me quedó de mi último cumpleaños. Me dijo que había venido a establecer un trato. Mi letra y su música alambicadas para conformar un nuevo arte genuinamente sanfabianino. Le dije que estaba de acuerdo y que incluso lo consideraba un honor. A cambio me obsequió una sentida interpretación de El Cigarrito de Víctor Jara con su guitarra de doce cuerdas. Toñito es un personaje querido en el pueblo, respetado por su alegría y generosidad. Como profesor de música ha dedicado su vida al cultivo y difusión de su arte y ha formado a generaciones de instrumentistas. Trajo recuerdos comunes, destellos que mi memoria escasamente ha retenido. Contó anécdotas divertidas, como el día que vino a mi casa y se llenó las carteras con guano de oveja. Lo hizo porque antes había escuchado a su padre, profesor de ciencias naturales, decir que el guano era un excelente abono para las plantas. Entonces no llegábamos a los siete años. Entre brindis recordamos también a Isaí, el vecino mayor que pisoteaba nuestros bueyes de cartón y nuestras carretitas de palo para imponer sus juguetes industriales. Y al señor Salas, nuestro profesor Jirafales, y los varillazos que repartió una vez en el pabellón 3. Toñito nos contó además del día en que lo confundieron con el manager de Mercedes Sosa en Neuquén, de sus múltiples giras, de sus grupos de rock y música andina, de la vida misma enfocada desde la emoción de los sonidos. Casi a medianoche lo salí a despedir al portón. Nos dimos un abrazo de hermanos y cual mariachi tambaleante se perdió en la oscuridad con su guitarrón al hombro.

Fotografía: Archivo.

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